LA FORMACIÓN DEL DISCÍPULO
Cuando pensamos en las características y cualidades que deben tener los discípulos de Jesús, generalmente pensamos en cualidades extraordinarias, con una lista de dones y talentos innumerables, hombres que son “perfectos”, con gran conocimiento en teología, eruditos y de una fe inquebrantable.
Es de sorprender la forma de trabajar de Jesús, quien para delegar tan grande responsabilidad como la gran comisión (Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo) escogió a hombres del común con tendencias a equivocarse fácilmente, con falta de fe al comienzo, no eran buenos oradores y hasta en ciertas ocasiones lentos para aprender y torpes espiritualmente, en resumidas cuentas eran hombres como usted y yo.
De la misma forma que Jesús transformó la vida de estos hombres también quiere hacer con nosotros, nos quiere llevar a vivir una vida piadosa en medio de un mundo cruel, a orar en un tiempo donde los quehaceres no dan tregua, a servir a los demás en una generación egocéntrica que solo quiere ser servida, nos quiere instruir de forma moral en un tiempo donde los valores están cada vez más distorsionados.
Estos hombres fueron instrumentos poderosos en las manos de Dios, de la misma forma que nosotros podemos ser esos instrumentos poderosos que Dios quiere utilizar (1ª corintios 1:25-29). No es nuestra inteligencia ni personalidad; el poder no está en nosotros, está en la Palabra de Dios, en la verdad que predicamos
A continuación veremos algunas áreas en las que Jesús trabajó en sus discípulos y también quiere trabajar en nosotros
Entendimiento espiritual
Muchas veces nuestros argumentos y la influencia del entorno que nos rodea nos hacen torpes, ciegos, lentos para oír y entender. Jesús quiere abrir nuestros ojos espirituales y nuestro entendimiento, quiere que nos sumerjamos en su Palabra. El Señor no solo quiere que tengamos alguna información, sino un conocimiento espiritual de Su Palabra, de quién es Él y de lo que implica la vida cristiana.
Abre mis ojos, y miraré Las maravillas de tu ley (Salmo 119:18)
Humildad
A menudo estamos preocupados solo en nosotros mismos, nos centramos en nuestros propios intereses y en el desarrollo pleno del yo interior. Estas dificultades también la tuvieron los discípulos de Jesús cuando discutían sobre quién sería el más importante entre ellos (Mateo 20: 20-28). Pero ¿qué nos enseña Jesús al respecto de todo esto? El mismo Rey de reyes, Señor de señores nos enseña a ser siervos, a lavarle los pies a los demás, es tan grande su ejemplo que se humilló a si mismo hasta la muerte de cruz, Él mismo dijo: “Yo no vine para ser servido, sino para servir”
Fe
Muchas veces el Señor tiene que llamarnos “hombres de poca fe”, pues a veces nuestro corazón claudica entre la fe y la razón, limitamos el poder infinito de Dios al tamaño de nuestra fe y creemos que el Dios que resucitó muertos, que multiplicó los panes y los peces, que sano enfermos y hace prodigios no puede hacer el milagro que nosotros necesitamos
El Señor quiere trabajar en nuestra fe, para que aprendamos a depender completamente de Él.
Compromiso
Es normal que mientras el Señor esté en medio de nosotros haciendo milagros nos sintamos respaldados y comprometidos por la causa del Señor, pero… ¿Qué sucede cuando llegan los momentos de dificultad o el día malo? Cuando Judas llegó con los soldados para arrestar a Jesús mientras estaba en el huerto orando, todos sus discípulos lo abandonaron e incluso Pedro terminó negándolo, dejando a un lado todas las enseñanzas y olvidando el poder que Él les había dado para hacer prodigios. Afortunadamente tenemos un gran abogado para con el Padre, a Jesucristo Justo y El ora por nosotros para que nos mantengamos fieles (Juan 17)
Dios no busca personas sin defectos o grandes entendidos en teología, Dios busca hombres y mujeres como tú y yo que estén dispuestos a servirle con todo nuestro corazón.
“Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo.”
2ª Corintios 12:9